4 Meses, 3 Semanas y 2 Días

CALIFICACIÓN: *****


FICHA TÉCNICA:

Dirección: Cristian Mungiu. Intérpretes: Anamaria Marinca, Vlad Ivanov, Laura Vasiliu, Alex Potoceau. Guión: Cristian Mungiu. Fotografía: Oleg Mutu. Título original: “4 luni, 3 saptamini si 2 zile”. Nacionalidad: Rumania, 2007. Duración: 113 minutos. Género: Drama.


Hace un tiempo escuché a un famoso filósofo español defender la idea de que “el miedo es el motor del mundo”: la mayoría de las decisiones importantes a nivel mundial parecen tener el dinero o el poder como principal causa, sin embargo, bajo esa primera idea, se encuentra el miedo, que no permite la cordura en nuestras acciones.
Extrapolando esta tesis al plano cotidiano, se puede afirmar que muchas de las decisiones que tomamos en el día a día están guiadas por este sentimiento aunque aparentemente no lo parezca. Esto es lo que pretende conseguir (y consigue) Mungiu con su película: las protagonistas han llegado a un límite donde sólo pueden hacer algo que se vería como una locura a ojos de terceras personas.

4 meses, 3 semanas y 2 días forma parte de un conjunto más ambicioso de películas simbólicamente titulado “Relatos de una Edad de Oro”. Estas cintas tienen como objetivo común contar una historia que se desarrolle durante la época comunista de Rumania sin hacer referencia directa al régimen político.
Mungiu eligió para escribir su guión el tema del aborto. Ilegalizado en su país en 1966 por el dictador Nicolae Ceaucescu, provocó la muerte de más de 500.000 mujeres por su práctica ilegal, algo que posteriormente se entendió más como un movimiento de rebelión contra el régimen que como un asunto moral.
La historia se desarrolla a mediados de los años 80 (el régimen de Ceaucescu terminaría con su muerte en 1989), donde la universitaria Gabita (Laura Vasiliu) busca abortar, acompañada de su inseparable amiga Otilia (magnífica Anamaria Marinca). El problema aparece cuando deben llevar a cabo esta intervención ilegalmente, y que por lo tanto se arriesgan a acabar en la cárcel e incluso a la muerte. Con todo ello, recurren al Sr. Bebe (Vlad Ivanov), un especialista en abortos fuera de la ley que deberá operar en la habitación de un hotel.
Esta situación, vista desde fuera, podría parecer una auténtica locura que llevaría a preguntarnos si de verdad están dispuesta las protagonistas a correr semejante riesgo para abortar. Aquí es donde toma parte el estilo con el que Mungiu impregna cada una de las escenas: el realismo y la crudeza es tal que el espectador ya no se plantea este tipo de interrogantes, sino que tomamos las decisiones de las dos protagonistas (e incluso del propio Sr. Bebe, aunque no sean muy ortodoxas) como algo lógico, donde el por qué es secundario.
Quizá el mayor logro que consigue la película es que el espectador se pueda identificar con todos los personajes. Pese a tener opiniones tan distintas sobre la situación, que a la vez ha llegado ya al punto límite de practicar un aborto ilegal, la historia consigue absorber al público hasta hacerlo un personaje más de la cinta. A esto también ayuda mucho el saber que, aunque la historia no es cien por cien verídica, seguro que hubo múltiples abortos que se realizaron en las mismas condiciones durante la dictadura de Ceaucescu, por lo que también logra captar nuestra atención fuera del plano puramente visual de las imágenes de la pantalla.
En cuanto al guión, escrito por el propio director, es un crescendo continuo. Comienza con una pequeña introducción en la residencia de estudiantes de las dos protagonistas, donde ya se hace una mínima (aunque eficaz) presentación del la sociedad dictatorial en la que viven, especialmente al mostrarnos el mercado negro que se da allí. Tras exponer al espectador el ambiente en el que se van a mover los personajes, el director da paso a la historia en sí, que cada vez se va complicando más y absorbe al espectador lentamente pero con mayor eficacia.
Tampoco es un texto demasiado complejo, básicamente porque se centra en los tres personajes principales: las dos amigas protagonistas y el Sr. Bebe. Cada uno de ellos está perfectamente definido, sin estereotipos de ningún tipo, sino como seres humanos corrientes que les ha tocado vivir en una sociedad sin libertades y que intentan conseguir lo mejor para cada uno de ellos. Pese a que el espectador se pueda inclinar en un primer momento por el dúo protagonista e incluso vea al Sr. Bebe como un ser cruel y sin escrúpulos que busca el beneficio propio sin importarle a quién pueda dañar, todos tienen sus motivos igual de válidos. Al menos esa parece ser la intención de Mungiu, que intenta mostrar a este médico improvisado como otro individuo que intenta sobrevivir en esa sociedad tan desigual: una persona a la que el sistema no le ha dado nada, no se puede esperar que regale nada a los demás.
Pese a lo interesante de este personaje, el argumento se centra en el dúo femenino que es el que provoca la situación principal. Las dos féminas forman las dos mitades de un todo: mientras que Otilia es activa, serena y más optimista, Gabita representa el pesimismo, la pasividad y la inestabilidad. La primera es la que lleva el peso de la historia, la que se enfrenta al aborto como un problema que tiene (difícil) solución pero que se resolverá. Sobre todo es ella la que tiene que vivir la peor parte de enfrentarse a algo así, un sentimiento que demuestra en las escenas donde tiene que salir del hotel y hacer frente a las miradas de la gente mientras espera que nadie conozca la verdadera historia y las denuncie. El hotel se convierte, irónicamente, en el lugar más seguro donde pueden esconderse de las leyes y los juicios de un régimen impuesto.
Sin embargo 4 meses, 3 semanas y 2 días no es sólo una historia que muestra las consecuencias de vivir en un sistema dictatorial. Tampoco se trata de una denuncia contra el aborto ilegal y los efectos negativos que puedan concurrir en la mujer que lo practique. Es, como decíamos al principio, una película sobre el miedo: un sentimiento tan omnipresente en nuestra sociedad y en nuestras vidas que marca, sin saberlo, nuestra forma de pensar y de actuar. Una historia que no dejará indiferente a nadie.


Carlos Sanz

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