Pozos de Ambición

CALIFICACIÓN: *****


FICHA TÉCNICA:

Dirección: Paul Thomas Anderson. Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Paul Dano, Dillon Freasier, Kevin J. O’ Connor, Ciarán Hinds. Guión: Paul Thomas Anderson, sobre la novela de Upton Sinclair. Fotografía: Robert Elswit. Música: Jonny Greenwood. Título original: “There Will Be Blood”. Nacionalidad: USA, 2007. Duración: 158 minutos. Género: Drama.


Habrá Sangre sería la traducción literal del título original de la película. Una frase que resume perfectamente la intencionalidad del director y que nos indica que la finalidad de su historia es mostrar los orígenes de una nación que se ha cimentado bajo la premisa de causa-consecuencia: acción-reacción.
Pozos de Ambición se ambienta a finales del siglo XIX y principios del XX en el Oeste de los EE UU. Las primeras perforaciones para encontrar petróleo se dan en la zona: miles de dólares que se encuentran bajo la corteza terrestre esperando a que cualquier hombre arriesgado y sobre todo ambicioso dé con ellos. Uno de estos perforadores es Daniel Plainview (Daniel Day-Lewis) que junto a su hijo adoptivo (Dillon Freasier) y a su poder de convicción van sembrando la tierra por donde pasan de pozos petrolíferos. Pero ¿hasta qué punto influye la ambición y el egoísmo en las decisiones del personaje protagonista?¿Acaso no haríamos nosotros lo mismo que él, con sus cuestionables decisiones, si nos encontramos luchando por dinero y por el poder que conlleva?
El antihéroe que propone Paul Thomas Anderson representa la cara oscura del ser humano. Sin embargo no es un ser rechazado socialmente ya que vive rodeado de trabajadores que le respetan e incluso le admiran (salvo al final de la cinta donde el multimillonario Plainview se recluye en su mansión a la manera del Charles Foster Kane de Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941)). Aunque el protagonista se muestre a la sociedad como una persona que busca la felicidad para sí mismo pero también para aquellos que le rodean, preocupándose por sus problemas y ayudándoles en todo lo posible, su vida privada es muy distinta. Esas promesas que expone a los demás, como puestos de trabajo y ayudar a los pueblos donde perfora a que salgan adelante, pronto nos damos cuenta de que son una mentira que sabe utilizar muy bien puesto que como él mismo dice en un momento de la película “odio a todo el mundo”: no le interesan los demás si no es para beneficio propio (como se observa en la escena donde rechaza a su hijo (adoptivo) porque ya no puede utilizarle para conseguir más tierras que explotar).
Mención aparte merece el actor que lo encarna: Daniel Day-Lewis. Es muy probable que si el papel protagonista lo hubiera tomado otro actor, la película no fuese tan buena. Por otro lado muchas son las leyendas que corren acerca de sus métodos de trabajo, sin embargo los resultados saltan a la vista aunque sólo haya aparecido en 4 películas en los últimos 10 años: The Boxer (Jim Sheridan, 1997), Gangs of New York (Martín Scorsese, 2002), la inédita en España The Ballad of Jack & Rose (Rebecca Miller, 2005) y la que nos ocupa. Sus enormes exigencias a la hora de elegir un guión y un personaje le llevan a rechazar numerosos proyectos, sin embargo cuando finalmente se decide por uno suele acertar: aunque en The Ballad of Jack & Rose no está demasiado inspirado, con el personaje de Bill “el Carnicero” Cutting en Gangs of New York dio toda una lección de saber hacer. En Pozos de Ambición vuelve a superarse a sí mismo y consigue una de las interpretaciones más magistrales e (in)creíbles de los últimos años: logra transmitir cada sentimiento del personaje sin apenas proponérselo jugando a la vez con esa dualidad de la que hablaba antes. En la pantalla no vemos a Daniel Day-Lewis sino al propio Daniel Plainview, lo mismo que ocurría con Bill “el Carnicero” Cutting o con Christy Brown en Mi Pie Izquierdo (Jim Sheridan, 1989) por citar algunas de sus interpretaciones más representativas.

Junto a él nos encontramos con otro actor que, cuanto menos, planta cara a la interpretación de Day-Lewis: Paul Dano. Ya le pudimos ver como adolescente aficionado a Nietzsche en voto de silencio en Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton & Valerie Faris, 2006). Aquí interpreta a un joven predicador que también intenta sacar partido de la extracciones petrolíferas para construir una iglesia mejor y comunicarla con el resto de ciudades de la zona con el fin de conseguir más fieles.
Pero no todo el mérito es de los actores: Paul Thomas Anderson ha demostrado que su estilo cada vez se va definiendo más y que está a la altura de otros grandes cineastas norteamericanos actuales. Perteneciente a la hornada de cineastas norteamericanos que se dieron a conocer en los 90 junto con grandes nombres como Quentin Tarantino, Spike Jonze, Todd Haynes o Wes Anderson, que se criaron devorando cintas de vídeo de los grandes clásicos (y de los no tan clásicos, como es el caso de Tarantino), Anderson demuestra en cada producción su estilo y va desprendiéndose de las imágenes de otros.
Si tenemos en cuenta que el director siempre ha firmado los guiones de todas sus cintas, ya sean historias originales o, como en el caso de Pozos de Ambición, que se basa en la novela de Upton Sinclair Oil! (1927), podemos afirmar que nos encontramos ante un autor obsesionado por la perfección y que se toma cada uno de los planos como una batalla de la que siempre debe salir victorioso.
En la película que nos ocupa, donde Anderson se encarga hasta de la producción, consigue expresar temas tan complejos como la ambición del ser humano dentro de una sociedad que se está formando. Pero va más allá de la situación histórica donde se refleja. No importa que suceda durante las primeras etapas de extracción de petróleo en Estados Unidos: se puede extrapolar a la gran mayoría de la población mundial en general y a la situación de cada uno en particular. El hombre es egoísta y ambicioso por naturaleza (cada uno en mayor o menor medida), es algo innato, y el ejemplo que utiliza Anderson para demostrarlo es mucho más que válido.
El otro gran tema que nos expone el director es el cómo se formó la base económica de la primera potencia mundial. Como en todo camino donde hay un ganador y un perdedor, el más listo o el más rápido es el que se lleva el triunfo. Así el que quería ser el primero, en este caso Plainview, no debía tener ningún tipo de escrúpulos para conseguir sus metas, aunque para ello tuviera que hacer desaparecer a su hijo o a cualquier otro competidor con artimañas no demasiado aceptables: si Michael Moore critica la política norteamericana centrando sus golpes en el presidente, la cabeza visible del sistema, Paul Thomas Anderson prefiere dirigir su mirada hacia el corazón económico de la sociedad estadounidense: el petróleo. Por eso nos encontramos ante una historia mucho más visceral, que muestra cómo se formó un país políticamente correcto a partir de una lucha amoral donde el oro negro estaba por encima de cualquier cosa.
Para conseguir expresar todas estas sensaciones y que el espectador sepa recibirlas perfectamente, también son imprescindibles dos elementos de la película: la fotografía y la banda sonora.
La fotografía corre a cargo de Robert Elswit, que ha trabajado junto a Anderson en todas sus producciones y que con esta cinta fue galardonado con el Oscar a Mejor Fotografía. Los tonos apagados y grisáceos que predominan en la mayoría de las escenas consiguen una ambientación que nos transporta a principios del siglo XX y que hacen de la película una experiencia mucho más realista.
En cuanto a la banda sonora, corre a cargo del guitarrista de Radiohead Jonny Greenwood. Al igual que en el grupo, la innovación y los nuevos sonidos están muy patentes en el film pero siempre subordinados a la ambientación y a las sensaciones que quiera transmitir Anderson: consigue una gran simbiosis entre lo contemporáneo y lo antiguo.
Todos estos elementos unidos magistralmente bajo la batuta del director hacen de la película un producto único y uno de los mejores largos que ha dado Hollywood en los últimos años. Las cuestiones que nos plantea acerca de cómo se han formado realmente las sociedades modernas, aunque él tome como punto de partida la historia de los Estados Unidos, no dejarán indiferente al espectador que a su vez se preguntará si de verdad conoce el mundo en el que vive. Cada uno tendrá su propia respuesta y su particular visión, pero una cosa si que está clara: habrá sangre.

Carlos Sanz


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buena crítica, muy buena peli, muy buen crítico.
Enhorabuena!!
Irene.