Líbranos del Mal

CALIFICACIÓN: ****


FICHA TÉCNICA:
Dirección: Amy Berg. Guión: Amy Berg. Fotografía: Jacob Kusk & Jens Schlosser. Música: Mick Harvey & Joseph Arthur. Nacionalidad: USA, 2006. Duración: 103 min. Género: Documental.

A principios de los años 70, en la zona norte del estado norteamericano de California, sucedió el episodio más célebre de la Iglesia Católica moderna. Durante 20 años, el padre Oliver O’Grady abusó de niños de todas las edades: desde la madre de otra de las víctimas hasta un bebé de nueve meses. Cuando las familias afectadas comenzaron a darse cuenta de lo que hacía O’Grady a sus hijos, denunciaron los hechos a las autoridades y a los altos cargos de la jerarquía eclesiástica. Sin embargo, con un complejo entramado burocrático, la Iglesia defendió al acusado y no permitió que las investigaciones llegaran a ningún punto esclarecedor.
Esta es la historia verídica que nos cuenta Amy Berg en su ópera prima como directora y guionista. Comienza con una breve presentación de las víctimas, introduciéndolos como personas corrientes, que podrían ser nuestros vecinos o incluso nosotros mismos. Esta es la gran proeza de la cinta: conseguir que el espectador se identifique inmediatamente con ellos pese a que no los conoce de nada. Esa cercanía es la que motiva los sentimientos que nos producen sus testimonios, y el absoluto rechazo a lo que les hicieron.
A partir de aquí, Berg desarrolla poco a poco la historia, sin entrar en muchos detalles en principio. En esta parte, al no hablarnos del tema concreto que va a tratar, es inevitable no interpretar las palabras de los afectados, e incluso del acusado, con un doble sentido. Parece que lo que busca la directora es que el espectador se encuentre ante una situación que a ojos de cualquiera puede parecer normal, pero que detrás esconde los más oscuros secretos.
Éstos se van desvelando poco a poco, con un ritmo dramático magistralmente controlado, sin excesos ni limitaciones. Al menos eso es lo que ocurre durante la mayor parte del metraje, puesto que se dan ejemplos que dentro del conjunto son innecesarios, como la visita de las víctimas al Vaticano para entregar una carta al Papa. Esos toques sensacionalistas se podían haber descartado para que los testimonios anteriores no se vean salpicados por ellos.
Lo que también ayuda a que el documental no se englobe dentro del grupo donde tantas otras películas de su género pasan sin pena ni gloria, es que cuenta con la confesión directa del acusado, el padre O’Grady. Sus primeras declaraciones se realizan antes de que el espectador conozca la verdadera historia, para que éste se posicione neutralmente. Este recurso que trata la directora es muy interesante: desde el primer momento nos obliga a tomar una postura entre las víctimas y el cura, que en principio podemos no tenerla muy clara pero que paulatinamente, según conocemos más datos de la historia, se decanta por uno de los dos lados.
A esta predilección que el espectador siente inevitablemente por las víctimas, ayuda sobremanera el testimonio de O’Grady. Sus declaraciones no tienen desperdicio, desde las entrevista en el parque donde declara que le atraen sexualmente los niños pequeños (mientras éstos juegan por los alrededores) hasta las confesiones reales del juicio que le absolvió.
Éste es otro tipo de medios documentales que utiliza la directora para ilustrar la historia. Nos encontramos con las declaraciones del propio O’Grady ante el tribunal que le acusaba de abuso a menores, o de su superior, que conocía los hechos y no sólo los ocultaba, sino que trasladaba al acusado a distintas parroquias californianas donde conseguía nuevas víctimas para su enfermedad.
Berg no se limita a mostrar las atrocidades que se cometieron con el consentimiento de los superiores de O’Grady. También extrapola la situación a círculos mucho más importantes que recogen desde el Papa Benedicto XVI hasta el presidente George W. Bush: la lista de culpables dentro de este suceso es casi interminable, donde el poder y la ambición es lo que manda.
Todo esto, como decía antes, se muestra desde un punto de vista bastante objetivo: salvo por esas pequeñas pinceladas sensacionalistas que antes nombraba, que claramente buscan influenciar en el espectador la idea de apoyar a las víctimas, el resto se construye basándose en testimonios directos y declaraciones de las dos partes. Se puede pensar que el montaje final recoge las escenas que esencialmente sirven como apoyo a la tesis de la directora, que sería favorecer a las víctimas. Pero esto no es del todo correcto, ya que también incluye confesiones del padre O’Grady donde expone las razones de sus actos como si fuese algo normal y corriente.
Pero después de analizar la cinta, de exponer los elementos que utiliza Berg para llegar al espectador con una historia tan cruel: ¿Qué es lo que realmente nos quiere decir?¿Qué la culpa es de la Iglesia y del uso que le dan a la religión para hacer lo que creen adecuado aunque sea amoral?¿O más bien intenta demostrar que en el mundo actual no se puede confiar en nadie pese a que su apariencia parezca de los más benévola?¿Acaso la sociedad actual se ha convertido en un baile de máscaras donde no podemos conocer a quien tenemos a nuestro lado?
Todas estas cuestiones se nos vienen a la mente después del visionado de la película y, al parecer, cada uno de nosotros tendrá una respuesta distinta para ellas.

Carlos Sanz

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