Doomsday: El Día del Juicio

CALIFICACIÓN: *


FICHA TÉCNICA:
Dirección: Neil Marshall. Intérpretes: Rhona Mitra, Bob Hoskins, Adrian Lester, Alexander Siddig, Malcolm McDowell, David O'Hara. Guión: Neil Marshall. Fotografía: Sam McCurdy. Música: Tyler Bates. Nacionalidad: USA, 2008. Duración: 108 min. Género: Ciencia ficción.

¿Qué pasaría si se unieran en una misma película 28 Días Después, El Señor de los Anillos y Mad Max?¿Y si además se hiciera de la peor manera posible, no al estilo de homenaje como hace Tarantino en sus cintas sino descaradamente? Bueno la respuesta es sencilla: el resultado sería la última obra de Neil Marshall, Doomsday.
Lamentablemente, parece habitual encontrarnos en la cartelera de nuestros cines películas que viven de glorias pasadas: intentan cosechar éxitos que se apuntan como propios cuando los toman de unos referentes que marcaron época y que atraerán al espectador a las salas.
Nos encontramos en un periodo cinematográfico donde la originalidad brilla por su ausencia. Cada día nos encontramos nuevas noticias de secuelas, precuelas, adaptaciones de libros o de cómics, etc. Sin embargo, personalmente, lo peor que nos podemos encontrar es una película como la que nos ocupa, un collage con ejemplos como los que he enumerado al principio, sin ningún tipo de lógica, y absolutamente innecesarios.
Tras visualizar los primeros diez minutos de la cinta, ya nos podemos imaginar ante qué nos encontramos: la desgastada historia del virus “accidentalmente” liberado en una gran metrópolis que ha convertido a todos sus habitantes en zombies. La posterior puesta en cuarentena de la zona deja a muchas personas al otro lado del muro a merced de estos mutantes. Pero, para variar, hay supervivientes y un grupo de fuerzas especiales debe regresar para encontrarlos con la finalidad de hallar una cura.
¿A quién no le suena esta historia?¿Quién puede no encontrar similitudes con otras cintas del género? Tampoco tenemos que remontarnos a los 80, a algunos clásicos del cine de acción como 1997: Rescate en Nueva York (John Carpenter, 1981). En los últimos años también nos encontramos con ejemplos muy similares como comentaba en el inicio: 28 Días Después (Danny Boyle, 2002) utiliza la misma idea, al igual que 5 años después su secuela, 28 Semanas Después, magistralmente realizada por el español Juan Carlos Fresnadillo.
Pero no por utilizar las mismas premisas que cintas anteriores nos encontramos con una película bastante deficiente. Existen ejemplos dentro de la Historia del Cine que han sabido adaptarse a los gustos del público y perdurar durante muchos años. Uno de ellos puede ser Drácula, que desde sus primeras apariciones de mano de Murnau o de la Universal hasta los últimos ejemplos de Coppola o Wes Craven ha partido de la base creada por el libro de Bram Stoker para crear todo un universo de personajes e historias casi independientes.
Sin embargo en Doomsday, Neil Marshall no ha sabido, o no ha querido, introducir elementos nuevos a la historia para crear una película original o, por lo menos, que no se desarrolle a partir de ejemplos ya existentes. Con ello lo único que consigue es que el espectador pierda rápidamente el interés por lo que les sucede a los personajes, ya que le obliga a entrar en una rutina argumental a la que desgraciadamente nos tienen acostumbrados.
El director de la pasable The Descent (2005) se ve superado en todo momento por la película. No aparece en ningún momento ningún indicio de que el desarrollo se produzca coherentemente, o que al menos siga unas pautas estudiadas: la historia ocurre por inercia y unos hechos se yuxtaponen son los siguientes sin ningún sentido en un intento de crear un argumento que atrape al espectador sin complicarse demasiado. Esta dinámica se vuelve tan repetitiva y previsible que no podemos más que esperar que las escenas de acción sean mínimamente originales, algo que tampoco ocurre.
Pero no sólo es el director el que parece arrastrado por la monotonía de la cinta: los actores, “ayudados” por el guión, nos bombardean con una lista innumerable de frases tan reutilizadas en el género que ya han perdido su sentido original. Capitaneados por una protagonista sacada directamente de la Kate Beckinsale de Underworld (Len Wiseman, 2003), parecen entes que pululan por la pantalla sin ninguna razón concreta, que sólo están ahí para que no nos encontremos únicamente con los escenarios. Con este panorama en el reparto es inevitable que uno no se pregunte ¿Qué hace ahí Malcolm McDowell?¿De verdad está tan necesitado que debe aceptar papeles secundarios en este tipo de cintas? Ni él puede salvar de la criba al resto, aunque eso sí que es una misión imposible.
¿Pero es todo tan malo?¿No hay nada que pueda tomarse como algo positivo de la cinta? Pues si, hay algo: el final. Aparte de porque supone la conclusión de tal suplicio, por la canción de Kasabian, sin duda lo mejor de toda la película.

Carlos Sanz

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