Gran Torino

CALIFICACIÓN: *****


FICHA TÉCNICA:
Dirección: Clint Eastwood. Intérpretes: Clint Eastwood, Cory Hardrict, Geraldine Hughes, Brian Haley, Dreama Walker, Brian Howe. Guión: Nick Schenk. Fotografía: Tom Stern. Música: Kyle Eastwood & Michael Stevens. Nacionalidad: USA, 2008. Duración: 116 min. Género: Drama.

¿Cómo sería Harry el Sucio si tuviera 75 años?¿Qué sería de “el Manco” o de “el Rubio” si ya tuviera nieto? En la última película de Eastwood, Gran Torino, parece que el director intenta personificar estas cuestiones en el cuerpo de Walt Kowalski, un veterano de la Guerra de Corea que se encuentra en un mundo muy distinto al que vivió durante su juventud, con un panorama que le resulta desolador y del que aprecia ningún punto positivo.
En la primera escena, que narra el funeral de la esposa de Walt, Eastwood nos presenta perfectamente a su protagonista como el paradigma de hombre anclado en los valores tradicionales, que cree en el trabajo duro y en la modestia. ¿Quién no tiene un abuelo o abuela que se escandaliza al ver las vestimentas de las nuevas generaciones? Esto mismo es lo que le ocurre a Walt cuando observa a su nieta, exteriorizándolo con ese gruñido patentado por Eastwood.
Pero el protagonista no sólo representa a un anciano que no es capaz de aceptar los nuevos tiempos, que no puede entender como su tradición ha dado paso a algo tan alejado de lo que él cree: también simboliza la propia historia de los Estados Unidos desde un punto de vista más conservador. Ese conservadurismo tan arraigado en algunas zonas de Norteamérica, ha estado muy presente a lo largo del pasado siglo en la potencia americana, y por lo tanto dentro de su sociedad y de su cultura. El pensamiento conservador de parte del país estadounidense choca frontalmente con las nuevas generaciones que vienen, mucho más libertinas, a las que deben aceptar aunque no las compartan. Así, Eastwood acomoda a su protagonista en un vecindario tradicionalmente habitado por estadounidenses que poco a poco, debido a la inmigración asiática, dejan sus viviendas que adquieren los extranjeros. Por ello podríamos decir que Walt se encuentra aislado en su propio vecindario, sobre todo tras la muerte de su esposa que era la única que le mantenía unido a una tradición que ahora parece haber desaparecido completamente. Parece que esta situación le llega por sorpresa: no se da cuenta de cómo ha cambiado el vecindario hasta que no tiene a nadie que comparta su ideología. Antes había vivido en su propia casa sin tener cuentas con el mundo exterior pero ahora se ve obligado a conocer la realidad y aceptarla, aunque al principio la deteste. Aunque Eastwood se centra explícitamente en la situación norteamericana y su inmigración, este tema se podría extrapolar a cualquier otro país desarrollado del mundo.
A lo largo de la película se van sucediendo las escenas donde su soledad le llevan, obligatoriamente, a tomar contacto con la familia asiática que vive en la casa de al lado. Aunque al principio se opone completamente paulatinamente lo acepta puesto que, como él mismo dice: “podría beber con extraños, que es mejor que hacerlo solo”.
A partir de ahí va descubriendo que todo en lo que creía y que defendía a ultranza no puede sostenerse: “tengo más cosas en común con estos amarillos que con mi propia familia”. Para éstos últimos sólo parece existir cuando le quieren pedir algo o cuando necesitan su ayuda. Sus hijos le ven como un anciano que no puede valerse por si mismo al que hay que llevar a una residencia para vender su casa y repartirse el dinero, mientras que sus nietos sólo son amables con el para conseguir sus pertenencias, como el Gran Torino del 72. Desde el principio Walt está descontento con esta situación y parece que con no tener contacto con ellos podría sobrellevarlo. Sin embargo, con el fallecimiento de su esposa, se encuentra solo y a su familia no puede acudir, por lo que encuentra refugio en los extranjeros a los que tanto odia.
Éstos también se encuentran anclados en unos valores muy tradicionales, con numerosos ritos y ceremonias, supersticiones y creencias. Las nuevas generaciones de los Hmong tampoco se encuentran a gusto con sus costumbres ancestrales, y ven en las de Walt una vía de escape: aunque él también es “de la vieja escuela”, es estadounidense, algo con suficiente fuerza para los jóvenes asiáticos como para poder alejarse de sus tradiciones.
Pese a un tema tan delicado de la película como es la inmigración en los países desarrollados y su impacto sociocultural, Eastwood sabe cómo tratarlo perfectamente desde un punto de vista objetivo. Los prejuicios que mantiene el protagonista el principio de la cinta son sólo el primer paso de la evolución que sufre a lo largo de la película, pero con los que el director no se obsesiona demasiado. En las primeras escenas Walt piensa en los extranjeros como personas que deberían haberse quedado en su país, que no tenían que haber llegado a su vecindario. Paulatinamente, según los va conociendo y descubriendo los elementos que tiene en común con ellos, también se da cuenta que son ellos los que más aportan a su país, los que trabajan más duro y los que más luchan por salir adelante. En referencia a esto, la escena en que Thao está reparando la casa que se encuentra enfrente a la de Walt, demuestra que son ellos los que “limpian” la sociedad, los que trabajan duramente mientras que nosotros sólo lo disfrutamos.
Eastwood demuestra, una vez más, por qué se encuentra en el panteón de los más grandes genios del séptimo arte. Ha conseguido elaborar una historia de temas complejos, a los que sabe tratar perfectamente. Pese a la tendencia que tiene por subrayar algunos referentes, como las continuas alusiones que hace Walt a la Guerra de Corea, el director consigue una obra redonda, que demuestra que todavía nos queda Eastwood para rato. Como apunte, también hay que decir que no sólo produce y dirige la cinta, sino que también escribió la canción que aparece en los créditos finales: “Gran Torino”.
Clint Eastwood no sólo ha resucitado a Harry el Sucio o a “el Manco”, también ha demostrado que hasta ellos tienen su pequeño corazoncito y que saben demostrarlo: no todo se arregla a tiros sino que existen mejores soluciones para que los malos paguen sus fechorías, como nos demuestra el final.

Carlos Sanz

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