Léolo

CALIFICACIÓN: ***


FICHA TÉCNICA:
Dirección: Jean-Claude Lauzon. Intérpretes: Maxime Collin, Gilbert Sicotte, Ginette Reno, Julien Guiomar, Giuditta del Vecchio. Guión: Jean-Claude Lauzon. Fotografía: Guy Dufaux. Música: Richard Gregoire. Nacionalidad: Canadá, 1992. Duración: 107 min. Género: Drama.

La película trata la historia de Léolo, un niño que vive en un barrio pobre de Montreal con su excéntrica familia. Cada uno de ellos convive con sus fantasmas interiores, unos más que otros, mientras que el protagonista utiliza su imaginación para evadirse de esa realidad impuesta. Es un ser que no ha elegido vivir ahí, que se encuentra muy alejado de donde realmente quisiera estar, pero que no puede huir, al menos no físicamente.
Su imaginación, sus textos y el único libro que encuentra en casa y que puede leer, le sirven como trampolín para escapar fuera de esa realidad que odia pero que debe aceptar. Esos escritos sirven a la historia como hilo conductor, unido a otro de los personajes capitales de la película: el domador de versos.
Se trata de un hombre que se dedica a rastrear las basuras ajenas buscando cualquier cosa que pueda considerar artística, como una fotografía o un texto. Por eso cuando encuentra los escritos de Léolo, no puede evitar mostrar un gran interés por ellos, y por lo tanto por el propio niño: sus frases son sinceras, plasman lo que realmente siente, pero que no puede decir a nadie de su entorno porque no le entenderían. Ese genio encerrado fascina al domador de versos y nos permite conocer la historia.
Su desarrollo es muy peculiar puesto que no se da un orden cronológico que narre los hechos, los cuales sólo conocemos por los textos de Léolo. El tiempo se fracciona, y se encadenan las escenas sin ningún tipo de orden ni de explicación del momento en el que nos encontramos: parece como si se hubiera rodado la historia cronológicamente y en la sala de montaje se hayan puesto al azar las distintas escenas. Esto es, por otro lado, una manera de trabajar muy propia de otros cineastas como Takeshi Kitano.
Este (des)orden puede estar provocado por el propio domador de versos que nos muestra la historia, puesto que él no la narra, según descubre nuevos escritos del niño. Así se suceden las escenas sin ningún tipo de explicación aparente, puesto que tampoco sirven a temas que se desarrollen en varias secuencias, sino que cada una trata una pequeña historia dentro del argumento general. El collage que se genera a partir de estas pequeñas situaciones es lo que conforma el producto final.
¿Por qué seguir este orden en vez de desarrollar la historia de forma cronológica? Se puede pensar que se debe al azar, o que no persigue una finalidad concreta, sin embargo en el cine no existe nada casual. Esa utilización del tiempo puede estar regida por la voluntad de querer contar la historia tal y como la va descubriendo el domador, para conseguir que tanto él como el espectador no sepa cuál va a ser la siguiente situación con la que se va a encontrar. Sin embargo, en los planos finales, el domador se encuentra en una especie de oscura biblioteca donde guarda todos los “tesoros” que ha encontrado en las basuras ajenas y, por lo tanto, los escritos de Léolo. Así que, puesto que ya los tiene todos ¿por qué no leerlos en orden? Cada uno puede tener su propia visión del tema pero, personalmente, pienso que la intención de esto es mostrar la historia al espectador tal y como la vivió el niño: una vida sin orden, donde los pensamientos se amontonan en su cabeza y donde las situaciones se suceden ajenas a sus deseos.
Decía antes que el domador de versos nos muestra la historia pero no la narra. Podemos escuchar una voz en off que describe lo que supuestamente está escrito en los textos de Léolo, y que lo más lógico sería pensar que se trata la voz del domador. Sin embargo, cuando éste habla, se pueden distinguir distintas tonalidades de voz, por lo que no se trata de la misma persona. ¿Puede ser que se refiera a la voz interior del niño que habla a la vez que éste escribe? Sería la explicación más razonable puesto que sólo Léolo y el domador han leído los textos, así que si no es la voz de uno debe ser la de el otro.
Después de todo esto, sólo cabe destacar cómo Lauzon consigue alterar el tiempo narrativo de forma tan significativa pero sin que afecte a la coherencia del relato. Pese a que en la mayoría de las escenas no podemos aclarar en qué momento cronológico exacto nos encontramos, la película no pierde ni un ápice de sentido.

Carlos Sanz

Comentarios