Revolutionary Road

CALIFICACIÓN: ***


FICHA TÉCNICA:
Dirección: Sam Mendes. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Kate Winslet, Kathy Bates, Michael Shannon, Kathryn Hahn, David Harbour. Guión: Justin Haythe. Fotografía: Roger Deakins. Música: Thomas Newman. Nacionalidad: USA, 2008. Duración: 119 min. Género: Drama romántico.

Pocos directores pueden alardear de contar con una ópera prima como American Beauty. Sam Mendes, después de su exitoso pasado como director teatral, se pasó a la realización cinematográfica con unos resultados asombrosos, dejándonos una de las mejores cintas de principios de nuestro siglo.
Pese a que su siguiente cinta, Camino a la Perdición, que no alcanzó el nivel de su predecesora pero que también es digna de mencionarse, parece que el director quiere volver a sus orígenes. Y lo hace sin ningún tipo de tapujos.
Por supuesto, siempre hay salvedades entre su ópera prima y la que nos ocupa, como que están ambientadas en distintas épocas de la historia americana contemporánea y con personajes de edades distintas, o que Revolutionary Road persigue un tono más dramático, más crudo, que se aleja de ese humor irónico que predominaba en American Beauty.
Sin embargo en las dos se muestra (y se demuestra) que existe una cara oculta del famoso American Way of Life: las familias perfectas con hijos angelicales que disfrutan de una vida llena de felicidad sin ningún tipo de problemas. Son familias a las que todo les va bien: los padres no tienen problemas en el trabajo y los niños sólo piensan en sacar buenas notas y portarse bien, y todos viven en grandes casas con enormes jardines para que sus hijos jueguen sin preocuparse de nada.
Aquí Mendes nos quiere enseñar los cimientos que sostienen esas fachadas impolutas, que aguantan como pueden durante un tiempo, pero que finalmente tienen que ceder. Se basa en el matrimonio de Winslet y DiCaprio (una de las bazas publicitarias de la película fue ver de nuevo a la pareja junta tras Titanic), un joven matrimonio que se muda a las afueras de la ciudad durante los famosos años 50, en los que se produjo este boom de trasladarse a barrios residenciales para crear una familia.
La película nos presenta a los Wheeler cuando se conocen, que en su juventud sólo piensan en disfrutar de la vida y en saborear cada segundo, sin que ningún tipo de obligaciones les ponga trabas a sus sueños. Pero pronto se dan cuenta de que lo que ellos quieran, no será lo que vivan: los pensamientos bohemios de vivir en París, el deseo de Winslet de ser actriz, pronto se ven truncados por la búsqueda de trabajo, de una hipoteca, y de unos hijos que deben mantener.
Ya desde el primer momento el espectador se puede dar cuenta de que ese matrimonio no funciona. Se producen dos espacios claramente diferenciados: cuando están en público y cuando se encuentran en privado. Las emociones, los sentimientos y sobre todo las conversaciones se ven condicionadas dependiendo del espacio en el que se encuentren los protagonistas, algo que repite el director hasta la saciedad. Continuamente nos muestra discusiones entre ellos, diálogos que comienzan con un tono clamado pero en los que progresivamente van introduciendo hechos que se han estado guardando durante mucho tiempo y que finalmente deben salir a la luz y explotar.
Así entramos en una continua espiral de este tipo de conversaciones, algunas con su razón de ser, pero otras parece que la única intención que tienen es demostrar que ese matrimonio no anda bien, algo que nos queda claro desde el primer momento.
Y nos queda claro desde los primeros instantes porque ya al principio nos muestra sus discusiones: la que se produce en el arcén de la carretera, y que es la más natural de todas, quizá porque es la primera que vemos y a las ya nos “acostumbra”.
Esto, a grandes rasgos, se da porque ninguno de los dos está contento con la vida que lleva, aunque cada uno de ellos tiene posturas diferentes al respecto: mientras que ella lucha por intentar cambiar la situación para salir de esa vida que no ha elegido, él se muestra demasiado cobarde y continuamente se echa para atrás ante las reiteradas acometidas de Winslet.
Sin embargo, hay un punto que cabe destacar de la película: su gran reparto. Aquí Mendes vuelve a demostrar su pasado de director de actores, definiendo a cada uno de ellos y restringiéndolos a sus cometidos. No sólo la pareja principal están sublimes, también los secundarios. El caso de Kathy Bates no nos debería sorprender a estas alturas: a lo largo de su carrera ha demostrado su saber hacer tanto en personajes principales (Misery) como en secundarios (A Propósito de Schmidt).
La interpretación que realmente sorprende y que cabe destacar por encima de las demás es la de Michael Shannon como hijo “loco” de Bates. Y lo digo entre comillas porque en realidad es que el está más cuerdo de todos los presentes: el único que se atreve a decir la verdad y a expresar lo que todos piensan. La idea de sólo poder hablar de lo políticamente correcto, que conlleva a los demás personajes a interiorizar sus sentimientos en público prefiriendo guardárselos a exteriorizarlos, Shannon se la salta completamente y no tiene ningún reparo en demostrar al joven matrimonio cuáles son sus problemas.
Después de todo esto ¿se podría hablar de Revolutionary Road como una “segunda parte” de American Beauty? Lo que sí está claro es que las dos cintas persiguen las mismas intenciones, aunque no utilicen los mismos caminos para conseguirlos.
Sin embargo prefiero quedarme con unas declaraciones de DiCaprio a propósito de la cinta y con relación al “morbo” de ver a la pareja de Titanic juntos en la pantalla 11 años después: “¿Qué hubiera sucedido si, tras del naufragio del Titanic, Rose y Jack se hubieran casado, formado una familia y desenamorado paulatinamente el uno del otro? Pues de eso trata Revolutionary Road.”

Carlos Sanz

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