Trust

CALIFICACIÓN: ***



FICHA TÉCNICA:
Dirección: Hal Hartley. Intérpretes: Martin Donovan, Adrienne Shelly, Merritt Nelson, John MacKay, Edie Falco, Karen Sillas. Guión: Hal Hartley. Fotografía: Michael Spiller . Música: Phil Red. Nacionalidad: USA, 1990. Duración: 107 min. Género: Comedia dramática.

La posmodernidad es un término que se utiliza para clasificar, de manera general, la situación artística y cultural que surgió tras la Segunda Guerra Mundial. Con él se pretendía calificar esa ruptura con todo lo anterior, con el modernismo, y las nuevas facetas culturales que surgían durante la segunda mitad del siglo XX. El término se puede aplicar a prácticamente todos los ámbitos artísticos, desde la arquitectura hasta la literatura o la filosofía. Por supuesto, el cine también se vio influenciado por esta nueva corriente, adoptando distintos elementos a su propia forma de ser.
En el séptimo arte se produjo una ruptura bastante significativa con todo lo anterior. Los patrones que marcó el clasicismo hollywoodiense no cayeron en desuso, pero sí se realizaron proyectos paralelos que no estaban marcados por el estilo clásico y que permitían crear historias sobre personajes que no tenían mucha relación con los prototipos que se dieron en el clasicismo.
Una película paradigmática del posmodernismo es Trust, la quinta obra del director independiente Hal Hartley. En ella podemos encontrar gran mayoría de los elementos que caracterizan este movimiento, desde la casualidad como motor de la historia, hasta la minimalista puesta en escena, que sólo muestra a los actores en planos cortos.
En el comienzo de la película ya nos damos cuenta de lo impactante de la historia: tras los primeros créditos y con un corte directo, sin ningún tipo de fundido en negro, se nos muestra un primer plano de la protagonista maquillándose, y lo primero que tiene que decir es que le den 5 dólares. La introducción directa en la historia, que obliga al espectador a mantenerse atento a la película desde el primer momento, está completamente alejado de esas introducciones clásicas con fundidos y movimientos de grúa para situarnos en la casa, la tienda, o cualquier otro escenario donde va a tener lugar la primera escena. Aquí no importa el tiempo ni el lugar: lo principal son los personajes, sus sentimientos, sus decisiones y sus motivos.
En contraposición del clasicismo, los personajes son seres sin objetivos, abocados a las crisis personales y sin metas por las que tengan que luchar. Viven el día a día, sin importarles el futuro ni el pasado: el presente es lo único que les importa. Ellos son el centro de la historia, especialmente la pareja protagonista: la insostenible situación familiar en la que se encuentran, los obstáculos que deben superar, etc.
Es una vida impuesta, que no desean pero de la que tampoco pueden escapar. Es muy interesante cómo Maria, al comienzo de la película, tiene muy claro cómo va a ser su futuro: se casará con el capitán del equipo de fútbol que la ha dejado embarazada, que trabajará con su padre y ganarán mucho dinero. Sin embargo, cuando el quarterback pone fin a todos esos sueños, ella se da cuenta de que es prácticamente imposible salir de la situación en la que se encuentra. No es suficiente con soñar un futuro ideal, la cruda realidad siempre se impondrá y romperá esos deseos. A partir de aquí se produce en giro de 180 grados en su concepción de la vida y de lo que va a hacer con ella: al principio es una joven despreocupada que sólo piensa en disfrutar del momento, sin importarle su familia u otras personas, sólo ella misma. Sin embargo ante esta nueva situación y la muerte de su padre decide sentar la cabeza y buscar un trabajo.
Algo muy similar le ocurre a Matthew, que forma el dúo protagonista junto a Maria. El trabajo es una imposición familiar, se ve obligado a trabajar ya sea por el intento de integrarse en la sociedad de producción a la que, al menos en su interior, no quiere pertenecer, o por el deseo de alejarse de la vida familiar que tiene en casa de su padre. Los protagonistas no se presentan como seres sociables, que disfruten de un sinfín de amigos y extrovertidos, la soledad marca sus vidas y la única compañía que tienen al principio es la de sus familias, que por otro lado hacen de su existencia un continuo sufrimiento. Son seres muy alejados de ese ideal clásico de personajes que entablan conversación con cualquier persona que aparezca en pantalla, que siempre son bien recibidos al lugar adonde vayan y que se muestren felices por toda esa interrelación con sus semejantes. Aquí lo que predomina es el aislamiento social, la introversión de los sentimientos, que por un momento se quiebra por el encuentro casual de los dos protagonistas.
La casualidad también es un elemento clave, además de en esta película, del posmodernismo. Los hechos que ocurren no tienen un porqué, simplemente suceden. Así se yuxtaponen unos con otros, generando una historia plagada de casualidades que marcan los efectos posteriores de las decisiones y de los hechos que acontecen. Un ejemplo muy claro es la escena donde se conocen los dos protagonistas: ella se acaba de escapar de su casa y se refugia en otra abandonada donde, casualmente, aparece Matthew que la da un techo y una cama donde dormir y pasar la noche. Situaciones como esta, que marcarán el desarrollo de la historia de manera capital, se resuelven por el azar, sin ningún tipo de motivo que pueda dar sentido a lo que ocurre. La búsqueda del realismo es lo que conlleva la aparición de estas casualidades, que marcan los caminos en la vida real y que por lo tanto también lo hacen en la ficción.
El realismo, el azar o los personajes que viven su vida sin objetivos por los que luchar, son constantes del posmodernismo y Trust, como paradigma de este movimiento, sabe adoptarlas e introducirlas en la historia de estos dos protagonistas tan desorientados con su vida.


Carlos Sanz

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