Malditos Bastardos

CALIFICACIÓN: ****


FICHA TÉCNICA:
Dirección: Quentin Tarantino. Intérpretes: Brad Pitt, Diane Kruger, Christoph Waltz, Daniel Brühl, Mélanie Laurent, Eli Roth, Michael Fassbender. Guión: Quentin Tarantino. Fotografía: Robert Richardson. Música: Varios. Nacionalidad: Estados Unidos, 2009. Duración: 153 min. Género: Bélica.

Brad Pitt dice al final de la película, como colofón a más de dos horas y media de intenso metraje: “ésta es mi obra maestra”. La frase viene precedida de una acto cruel, puede que desproporcionado, aunque para él totalmente justificado. Y se refiere a que lo ha hecho tantas veces que, por el simple hecho de obtener experiencia por cada una de las repeticiones, ésta última se ha convertido en la mejor de todas, en su obra maestra.
Es obvio que lo que pretende Tarantino con la lapidaria última frase de su guión es referirse a su última cinta, Malditos Bastardos, como “su obra maestra”, la mejor que ha realizado hasta el momento en su nada humilde opinión. Después de seis largometrajes, sin contar la que nos ocupa, la evolución natural de un director le habría llevado a cambiar su estilo, o por lo menos a variarlo de alguna forma. Sin embargo Tarantino no ha modificado ni un ápice su tradición cinéfila y cada vez la tiene más presente en sus filmes. En su primer trabajo tras la cámara (y ante ella), My Best Friend's Birthday de 1987, ya demostraba una inusual inclinación por los retorcidos diálogos, especialmente si giraban en torno a música o cine, que se alargaban hasta la saciedad.
En Malditos Bastardos podemos observar cómo Tarantino continúa aplicando esta temática a algunos de sus diálogos, pese a que esté ambientada en la Segunda Guerra Mundial y las conversaciones tengan lugar en el despacho de una alto cargo militar en vez de en un bar de carretera. Los diálogos se prolongan de manera exagerada, con frases que en un principio pueden parecer insustanciales pero que finalmente observamos que no es así. Sin embargo algo ha cambiado con respecto a sus orígenes. El espectador ya no experimenta esa sensación de vacío en los diálogos, ni pierde la atención por su interminable duración: puede que sean las conversaciones más largas que Tarantino ha escrito en un guión, pero sin duda son de las más atrayentes. El director trata estas escenas como una película en sí misma, con una pequeña introducción que se desarrolla y alcanza su correspondiente clímax.
Aunque la conversaciones en sí mismas son todo un logro, y la principal característica no sólo de esta película sino de la filmografía entera de Tarantino, hacen que el ritmo general de la historia se vea afectado. Esto no es algo muy común en las cintas del director, que sabe perfectamente cómo tratar cada una de las escenas dentro del conjunto de la obra, sin embargo en ésta última parece que su prioridad han sido los diálogos y no ha puesto suficiente atención en el resto de los factores.
Otro punto al que Tarantino presta mucha atención en sus guiones es al trabajo psicológico de los personajes. Suele trabajar con numerosos tipos de roles para sus historias y siempre están perfectamente caracterizados y expuestos para el espectador. No cae en los clichés ni en los prototípicos estereotipos utilizados hasta la saciedad por el género de gangsters, sino que crea personajes singulares, con sus particularidades que les hacen diferentes al resto. En Malditos Bastardos también se pueden observar esos innatos instintos de caracterizar a cada uno de los individuos para conseguir un conjunto completo con distintas psicologías y puntos de vista dentro de la misma historia. Sin embargo algunos de ellos no están tan trabajados como nos tiene acostumbrados Tarantino. Por ejemplo, los famosos bastardos se convierten en un grupo donde sólo una par de ellos están tratados correctamente, aunque la mayoría forman parte activa de la película. Aparte de esto el protagonismo que parecen tener a priori, antes de ver la película, no es tal y se convierten únicamente en el elemento que dota de escenas de acción a la cinta.
¿Entonces si los Bastardos no son los protagonistas, quiénes lo son? La respuesta a esta pregunta es, sin dudad, el coronel Hans Landa. El popularmente llamado “cazajudíos”, fama que se ha ganado él solo, se convierte en el protagonista absoluto de la película, no sólo porque la historia así lo marca, sino por la hipnótica actuación de Christoph Waltz, el coronel nazi más verosímil de la Historia. Pese a la dificultad de su papel (llega a hablar en cuatro idiomas) no flojea en ningún momento, lo que provoca que el resto de actores que comparten plano con él queden completamente eclipsados. También ayuda a su papel el enorme trabajo de caracterización que hace Tarantino de su personaje. No nos encontramos con el típico militar nazi de las películas norteamericanas, un ser sanguinario sin escrúpulos al que le ciegan sus ideales. Aquí simplemente nos encontramos con un coronel que es muy bueno en su trabajo, por no decir el mejor, aunque consista en encontrar y matar gente. Pero también tiene un lado humano, aunque no sea precisamente positivo. La ambición innata de todo ser, de conseguir una calidad de vida superior, de anhelar lo que no se tiene, es lo que hace humano al coronel Hans Landa. Puede que no sea una virtud de la que se pueda sentir orgulloso, o que el espectador no se identifique con sus acciones, pero ese sentimiento está tan arraigado en la forma de ser de las personas que no se puede cuestionar su humanidad.
Por lo tanto nos encontramos con una película que, aunque está impregnada de ese estilo tan característico del director con diálogos tan enrevesados como efectivos y personajes que monopolizan la puesta en escena, también observamos algunas lagunas que no son propias de las películas de Tarantino. Él opina que Malditos Bastardos es su obra maestra. Yo, personalmente, opino que no.


Carlos Sanz

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