El Fantasma Y La Señora Muir

CALIFICACIÓN: ****


FICHA TÉCNICA:
Dirección: Joseph L. Mankiewicz. Intérpretes: Gene Tierney, Rex Harrison, George Sanders, Edna Best, Vanessa Brown, Anna Lee, Robert Coote, Natalie Wood. Guión: Philip Dunne. Fotografía: Charles Lang Jr. Música: Bernard Herrmann. Nacionalidad: Estados Unidos, 1947. Duración: 104 min. Género: Fantástico, Comedia Romántica.

Uno de los subgéneros más prolíficos de la historia del cine dentro de las películas de terror es el que trata sobre casas encantadas. Los fantasmas siempre han sido un elemento muy recurrente para asustar al público: algo inexplicable y fuera de nuestro control produce desde el primer momento esa sensación de inseguridad y posterior ansiedad que tanto hemos experimentado en una sala de cine. Dentro de las casas encantadas, muchos autores han querido aportar su granito de arena y tratar este tema desde distintas perspectivas.
Uno de ellos fue Jack Clayton que, en 1961, estrenó The Innocents basado en la famosa novela de Henry James Otra Vuelta de Tuerca, dando un punto de vista más psicológico basado en la complejidad de sus planos. Mucho se debatió sobre si Alejandro Amenábar tomó demasiadas referencias de esta cinta para Los Otros (2001). Dos años después, en 1963, Robert Wise realizó una de las mejores películas dentro de este subgénero: The Haunting. Basada también en una novela, esta vez en The Haunting of Hill House de Shirley Jackson, es un claro ejemplo de cómo hacer sufrir al espectador sin llegar a mostrarle nada. Su sutileza va unida a una eficacia que despierta una ansiedad en el espectador propia de la que sufren los personajes.
Sin embargo la película que nos ocupa no se parece en nada a las anteriores. Aparte de ser muy anterior (1947), no se ceba en el sentido terrorífico que han concedido los fantasmas en inumerables ejemplos. La cinta está basada en un joven viuda que decide trasladarse de la ciudad de la que vive a un pueblecito cerca del mar, para despejarse del estrés de las metrópolis y encontrar una paz que aún no ha encontrado. El primer paso de la mudanza es encontrar la casa apropiada y, como suele ocurrir en este tipo de películas, la vivienda donde se desarrollará el resto de la historia es, a priori, perfecta.
En los primeros momentos de la mudanza, Mankiewicz opta por un ritmo muy rápido en el devenir de las situaciones. En los primeros veinte minutos ya ha tenido lugar la introducción y las primeras tomas de contacto con la casa. En ellas parece que el tono de la película será tenebroso, más cercano al género de terror. Podemos adivinar por esta rapidez en el desarrollo de los acontecimientos que algo va a ocurrir de un momento ha otro y va a cambiar el registro. Y efectivamente, sobre todo con la aparición del fantasma, nos damos cuenta de que así es. El director no quiere otra película en la que las apariciones del ente sean un motivo para asustar al público: él lo utiliza como un personaje más de la trama y después de varias escenas el espectador llega a acostumbrarse a su presencia y lo tomo con un ser humano más. A esto también ayuda la magnífica interpretación que realiza Rex Harrison del difunto capitán Daniel Gregg. En seguida se produce una conexión entre él y la protagonista, interpretada por Gene Tierney, que será el núcleo central de la película.
Un aspecto muy interesante de las películas clásicas de Hollywood, especialmente las que cuentan con un sólido guión como es el caso, es que desde la situación inicial hasta la conclusión ocurren un sinfín de situaciones que no las podríamos haber imaginado al principio. Con esta película ocurre algo similar. En las primeras escenas parece que estamos ante una película de terror, posteriormente se trata de un melodrama para acabar en un drama romántico en estado puro, todo ello aderezado con contínuos toques cómicos. Esta contínua combinación de géneros podría haber sido un auténtico caos si no hubieran estado coordinados bajo una experta batuta como la de Mankiewicz. El director de Eva al Desnudo sabe perfectamente qué quiere contar y sobre todo cómo quiere contarlo. No hay momentos que sobresalgan por encima de otros ni que decaigan o hagan perder el interés: el ritmo y la linealidad son de un clasicismo tan puro que seguro puede servir de ejemplo para estudiantes de realización y de guióin.
Si a todo ello le añadimos la magnífica banda sonora firmada por Bernard Herrmann, el resultado es una de las mejores películas que nos ha dado el cine dentro de ese subgénero tan prolífico como es el de las casas encantadas, aunque la cinta no hable realmente de ellas.

Carlos Sanz

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