La Anciana y las Palomas, la ópera prima de Sylvain Chomet

Bastante tiempo ha pasado ya desde el último post que escribiera en este blog, por distintos motivos que no viene al caso enunciar aquí. Lo importante es que aquí estamos de nuevo para hablar de lo que más nos gusta sobre la cultura pasada o actual, y en este Karulosu Factory 2.0 (una descripción que tanto se lleva hoy en día) pretendo ampliar un poco más la temática del blog y no restringirme sólo al séptimo arte. Pero de momento vamos a ir paso a paso y que este primer post del nuevo blog sirva como el contrapunto y a la vez el paralelismo de lo que fue el último post hasta la fecha, el genial cortometraje de Sugimoto Kousuke The TV Show, ya que esta vez también pretendo hablar de otro cortometraje, aunque esta vez no tendremos que trasladarnos hasta Japón para encontrarlo.



Su realización se produjo mucho más cerca, concretamente en Francia, de la mano del gran director de animación francés Sylvain Chomet, que posiblemente sea el más famoso y el que mayor calidad atesora de los animadores franceses actuales. Cuenta con una filmografía bastante escasa, con apenas dos largometrajes estrenados, pero a cuál mejor: Bienvenidos a Belleville y El Ilusionista. ¿Y esto por qué? De todos es sabido que la animación, ya sea en su formato corto o largo, supone un proceso de realización muy costoso y largo, lo que supone un impedimento muy grande para encontrar la financiación adecuada para cualquier director. Sin embargo, con la introducción de la animación digital estos procesos se abarataron significativamente, y por ello se puede comprobar cómo la mayoría de los títulos animados que pueblan las carteleras están hechos por ordenador.

Sin embargo, Chomet se encuadra dentro de ese grupo de animadores que no quieren saber nada de las nuevas tecnologías, o que al menos no pretenden cambiar su modo de realizar sus obras tradicionalmente para ahorrarse tiempo y por lo tanto reducir los costes. Al igual que los animadores del Studio Ghibli, Chomet cree que la animación tradicional, la que se hace plano a plano dibujando sobre papel, está muy por encima en cuanto a calidad estética de lo que jamás podría conseguir un ordenador, y por ello él sigue defendiéndola a ultranza (aunque finalmente acabe utilizando el ordenador en otras como Bienvenidos a Belleville). Es evidente que estas ideas, tal y como está la industria cinematográfica a día de hoy, choque frontalmente con cualquier estudio que pretenda financiar una obra suya, por eso cuenta con tan pocas obras realizadas hasta el momento.

Pero hoy pretendo centrarme en la que fue su primera obra conocida, el cortometraje titulado La Vieille Dame et Les Pigeons. Un caso muy particular que sucede con los directores de animación es que desde muy jóvenes ya tienen unos rasgos generales de estilo que se mantendrán durante toda su filmografía. Si viéramos a día de hoy alguno de los primeros dibujos de Tim Burton o de Hayao Miyazaki, no se distinguirían demasiado de los que puedan realizar en la actualidad, pese a que la complejidad de las tramas o de la creación psicológica de sus personajes sí que haya madurado. En el plano estético es algo que se mantiene casi inalterable y en el caso de Chomet ocurre lo mismo.



Pese a que el corto es de 1997 (seis años antes de Bienvenidos a Belleville y trece antes que El Ilusionista), la estética que podemos ver en las tres obras es básicamente la misma: colores pardos, trazos intencionadamente indefinidos, saturación de objetos en la puesta en escena y todo ello con un aire melancólico de tiempos pasados. Cualquiera de estos elementos estéticos se pueden aplicar a cualquiera de sus obras, aunque estas tres sean las más significativas, lo que dice mucho del personal estilo que ha acompañado al director desde sus inicios. Y es precisamente esto lo que le convierte en un artista tan singular, porque hay pocos directores que puedan presumir de que se les pueda reconocer con echar un simple vistazo a cualquiera de sus obras.

Pero aparte de esto, también hay que entrar en consideraciones de la peculiaridad de sus personajes, que en la gran mayoría de los casos son mudos y sólo se expresan por sonidos guturales y por el movimiento de sus gestos o la expresividad de sus rostros. En muchas ocasiones no hace falta más que eso, siempre y cuando se sepa utilizar adecuadamente, para que el espectador sepa qué es lo que piensa el personaje y por lo tanto el director. En esta ocasión ocurre lo mismo y no oímos ninguna línea de diálogo salvo por los turistas estadounidenses del principio y del final del corto, pero a los protagonistas ni una palabra. ¿Esto lastra el mensaje que transmite o el ritmo general de la obra? En absoluto.

Lo que sí es bastante desconcertante es todo ese aire simbólico que rodea al corto: desde la introducción de las palomas, la identificación del guarda con ellas hasta la sobrealimentación de la señora mayor y la desconcertante presenta de la limpiadora/gato que no tiene otra función más que relamerse y servir de comensal para el banquete que se prepara. Sin duda es una obra bastante surrealista, sobre todo por que los actos de ninguno de los protagonistas podría enmarcarse dentro de lo que sería la normalidad, por lo que nos encontramos en un plano bastante realista de un París atemporal que vive en un universo bastante surreal.



Pese a esto, creo que ese es uno de los puntos más interesantes de la obra y es algo que ha marcado desde el primer momento la filmografía de Sylvain Chomet. Por otra parte, este aire bizarro y desconcertante tan característico del realizador francés es lo que más llama la atención de sus obras y quizá sea el principal atractivo que tienen para disfrutarlas. Para cualquier espectador que no le conozca, este primer corto puede servir como buen punto de partida para conocer a un director que aún tiene mucho que darnos.

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