Mad Max: Fury Road

CALIFICACIÓN: *****


FICHA TÉCNICA:
Dirección: George Miller. Intérpretes: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne, Angus Sampson, Zoë Kravitz, Rosie Huntington-Whiteley, Nathan Jones. Guión: Nick Lathouris, Brendan McCarthy, George Miller. Fotografía: John Seale. Música: Junkie XL. Nacionalidad: Australia. Duración: 120 min. Género: Acción, Ciencia-Ficción.

El género de acción ha sido históricamente muy denostado por la crítica. Mientras que público siempre se mostraba a su favor, y solían ser producciones de altos presupuestos y éxitos de taquilla, en general no eran películas teóricamente de calidad, puesto que era un tema secundario de la producción y no se le dedicaba el correspondiente cuidado a elementos como el guión, la fotografía o el montaje. Sin embargo esta idea preconcebida poco a poco ha ido evolucionando y en los últimos años nos hemos encontrado ejemplos que han provocado un vuelco en este pensamiento. El caso más evidente es el de The Dark Knight (2008), la segunda película de la trilogía que realizó Christopher Nolan sobre Batman y que supuso un punto y aparte no sólo en la manera de realizar películas de acción, sino que también condicionó el resto de producciones de superhéroes posteriores.

El año pasado encontramos la confirmación de esta tendencia y sobre todo el colofón final a una saga que nació hace 36 años, junto con la carrera de su director George Miller y junto con la prolífica filmografía de su protagonista, Mel Gibson. En esta ópera prima aún no se dieron los principales elementos que harían grande a la saga, como la visión de ese mundo postapocalíptico donde la arena cubría todo, la dependencia tanto de la gasolina como del agua, y sobre todo la definición final del personaje protagonista. Todos esos elementos, que sí se explotaron en las dos secuelas de los años 80 alcanzan su máximo explendor en esta cuarta entrega, sin ninguna duda la mejor de toda la saga.

Aquí todos los elementos que hicieron grandes a las tres anteriores, se acentúan, se explotan hasta el límite, se conjugan a la perfección para conseguir una armonía casi perfecta a favor de la acción y del espectáculo, para no dejar respirar al espectador ni un segundo mientras dure la película. Pero no sólo es el hecho puramente superficial del divertimento sin control y del exceso, sino también del placer estético de algo que está muy cuidado, muy estudiado y perfectamente compenetrado para consguir ese fin. La fotografía acentúa mucho más esos colores ocres del desierto, transmientos esa sensación de desolación y vastos parajes sin vegetación donde el ser humano debe sobrevivir a costa de los demás, pero a la vez son todos que resaltan con los grises metalizados y oxidados de las monstruosidades mecánicas que pueblan la cinta, como entes que pululan por el limbo postapocalíptico a velocidades vertiginosas.

Y dentro de esta acción frenética con, atención, 2.700 planos, podría haberse convertido en una auténtica locura, en el sentido más despectivo del término, y conseguir que el espectador se descolocara en todo momento sobre lo que está ocurriendo durante la larga persecución. Sin embargo no es así, en ningún momento. El laborioso montaje de la película, perfectamente estudiado y minuciosamente concretado, provocan que en todo momento sepamos qué está sucediendo en la película, qué elementos son los importantes en cada momento y, sobre todo, no pierde en ningún momento este frenético ritmo narrativo que guía la historia. Por que al fin y al cabo lo que trata la película (y por supuesto consigue) es no levantar el pie del acelerador en ningún momento y que este ritmo vertiginoso conduzca la película de principio a fin, sin respiro. Y aunque esto pueda resultar agotador, también está perfectamente medido, sin que falte ni sobre nada.

Esta ambientación y las características herramientas narrativas propias de la saga se mantienen, pero también encontramos otros elementos que se diferencian de la trilogía anterior. En esta ocasión, aunque el título siga llevando el nombre de Max por ser el protagonista de la franquicia, aquí pasa a un segundo plano en favor del personaje interpretado por Charlize Theron. Tanto por su creación como por su magnífica interpretación, se trata de un rol tan poderoso dentro de la historia que acapara toda la atención y demuestra un trabajo mayor que el del resto del reparto. Esta concepción del feminismo como redención de la humanidad (que ha calado hondo en Hollywood como también podemos comprobar en la séptima entrega de la saga Star Wars) sintetiza ese punto de giro con las anteriores películas de la saga.

La película se podía resumir en tres palabras: acción, espectáculo y diversión. Puras y duras. George Miller ha conseguido crear una película única, en la que si consigues entrar desde el principio, podrás experimentar una de las vivencias más grandiosas que se pueden vivir actualmente en una sala de cine. Quizá por eso el cine de acción ha sido siempre tan injustamente infravalorado, porque primaba el espectáculo por encima de la calidad. Sin embargo, afortunadamente, de vez en cuando nos encontramos ejemplos como esta Mad Max: Fury Road donde ambos elementos están a un nivel tan alto que nos recuerdan por qué el cine nació como pura diversión, demostrando que tanto lo visual como lo intelectual pueden convivir y legarnos experiencias únicas.

Carlos Sanz

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