The Hateful Eight

CALIFICACIÓN: ****



FICHA TÉCNICA:
Director: Quentin Tarantino. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Bruce Dern, Tim Roth, Demian Bichir, Walton Goggins, Michael Madsen, Dana Gourrier, James Parks, Channing Tatum. Guión: Quentin Tarantino. Fotografía: Robert Richardson. Música: Ennio Morricone. Nacionalidad: Estados Unidos. Duración: 187 min. Género: Western, Intriga.

En la última escena de Inglourious Basterds (2009), Brad Pitt dice para rematar más de dos horas y media de intenso metraje: “ésta es mi obra maestra”. La frase viene precedida de un acto cruel, puede que desproporcionado, aunque para él totalmente justificado, que es marcar con la esvástica la frente de todos los nazis con los que se enfrenta, para que queden estigmatizados de por vida. Sin embargo lo que pretende Tarantino con esta lapidaria última frase de su guión es referirse a su cinta, Inglourious Basterds, como “su obra maestra”, la mejor que había realizado hasta el momento en su nada humilde opinión.

Tarantino demostró aquí algo que ya venía fraguándose en sus anteriores largometrajes: su continua autoindulgencia. Se trata de un autor tan seguro de sí mismo, tan consciente y autoconvencido de que lo que hace lo hace correctamente y de manera insuperable que se puede permitir esas pequeñas perlitas en sus obras para regocijarse aún más, darse más promoción aún. Y por supuesto su última película no iba a ser menos.


En The Hateful Eight es consciente de que el material con el que trabaja es tan bueno, de tantísima calidad, que puede permitirse regocijarse él mismo, jugar con los personajes, vanagloriarse de su propia genialidad y no preocuparse por ocultarla en ningún momento. No se trata de ser pretencioso ni egocentrista, sino de potenciar y explotar al máximo la calidad de todos los elementos con los que cuenta: historia, actores y sobre todo el guión (con otro épico monólogo de Samuel L. Jackson).

Porque si por algo ha destacado Tarantino a lo largo de los años, algo que ya en Reservoir Dogs (1992) hizo tambalearse a los cimientos del guión clásico, y que se confirmó con Pulp Fiction (1994), es la singularidad de sus guiones. Ese toque personal que sólo él es capaz de dar a sus libretos, que actualmente nadie en el mundo del cine puede alcanzar, en esta película está elevado a la enésima potencia y no tiene ningún reparo en mostrárselo al espectador. Es más, parece que disfruta con ello, ya que podemos encontrar numerosos ejemplos de ello durante la cinta.

Podemos encontrar un nuevo ejemplo de cómo los diálogos, utilizados de manera correcta, son el mejor arma que tiene una película para poder desarrollar los hechos, aunque aquí va más allá puesto que apenas hay desarrollo en la película. No nos encontramos una trama elaborada, con numerosos sucesos y puntos de giro si no que, para sus tres horas de metraje, apenas ocurre nada. O mejor dicho, los hechos clave que ocurren en la película se podrían haber narrado en muchísimo menos tiempo.

Y es que si algo se le puede reprochar a la película de Tarantino es que es demasiado larga, tiene demasiado metraje del que vanagloriarse. Pero por otra parte no sufre altibajos en su ritmo: el director, tanto con su guión como con su puesta en escena ayudada por la tecnología de la Panavision, continuamente nos mantiene interesados por lo que está ocurriendo y eso es porque la película se muestra continuamente interesante.


Para los fans más acérrimos del director esta cinta puede suponer un cambio en su estilo, y en cierta manera lo es. Es una obra bastante atípica, más cercana a una clase de interpretación que a una propia película, pero que sigue conteniendo los rasgos propios de Tarantino: el uso libre de la cronología de la historia, aunque en este caso se suaviza mucho más, la violencia explícita de las imágenes, aunque sigue utilizando en algunos casos el fuera de plano, o los diálogos que no tienen ninguna influencia en la propia trama, que en The Hateful Eight suponen un paso más allá en su complejidad y creación.

En definitiva, una película que probablemente no guste a todos los fans del director, que no encuentren sus sellos de identidad en ella, pero que están ahí. Sin embargo, hay que decir que están evolucionados, tomados y plasmados de otra manera, para regalarnos otra gran obra y para darnos otra clase magistral de cómo la palabra es la principal herramienta que ha llevado a Tarantino a ser un autor único.

Carlos Sanz

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