El Cuento de la Princesa Kaguya

CALIFICACIÓN: *****


FICHA TÉCNICA:
Director: Isao Takahata. Intérpretes: Aki Asakura, Yukiji Asaoka, Takeo Chii, Isao Hashizume, Hikaru Ijûin, Takaya Kamikawa, Tamaki Kojo, Kengo Kôra, Yûji Miyake. Guión: Isao Takahata & Riko Sakaguchi. Música: Joe Hisaishi. Nacionalidad: Japón. Duración: 137 min. Género: Fantástico, Drama.


El Studio Ghibli se fundó hace 31 años con un fin muy concreto: para que dos artistas emergentes en ese momento como eran Isao Takahata y Hayao Miyazaki pudieran dar rienda suelta a sus proyectos sin deberse a restricciones de productores y otros directores. Estos dos autores ya habían vivido sus primeras etapas bajo las directrices de otros y sus trabajos siempre habían buscado una independencia estilística propia que no habían conseguido del todo. Por eso es normal que fundaran una productora donde ellos fuesen sus propios jefes, donde sólo ellos pudieran limitarse sus trabajos, arriesgándose todo lo que quisieran y permitiéndose todos los lujos imaginables. Esta libertad de los autores es algo común en todas las ramas artísticas, y en el cine ya existían numerosos ejemplos como la estadounidense United Artists.


Pero volviendo a Ghibli, fueron estos dos maestros los que se encargaron de crear una nueva corriente estilística en la animación a partir de los ochenta, y aunque trabajaran juntos, sus proyectos han demostrado que son directores muy diferentes. Por un lado están las películas de Miyazaki, mucho más accesibles y "vendibles" no sólo al público nipón, sino también en occidente. Colecciona un gran número de premios por todo el mundo y sus películas suelen ser grandes éxitos de taquilla, especialmente en su país natal. Aunque ha demostrado un estilo muy definido y personal, son películas muy disfrutables por el público en general, de ahí su éxito.



Por otra parte están las obras de Takahata, que se ha mantenido más alejado de estas corrientes populares en favor de realizar obras más arriesgadas y singulares. Más experimental, sobre todo en cuanto a las técnicas pictóricas, pero también en cuanto a la narratividad de sus películas, también ha cosechado éxito económico con ellas, pero sin llegar al nivel de su compañero. Esto es porque prefiere realizar obras más personales, más osadas y experimentales, que no sean tan accesibles para todo el mundo.


Su filmografía es un claro ejemplo de ello, por supuesto con algunas excepciones, pero su último largometraje no lo es. Se trata de una historia popular japonesa del siglo IX, reinterpretada por el propio Takahata, sobre una princesa que nace en un tallo de bambú. Su belleza es tal que todos en el reino quieren casarse con ella, pero ella no está destinada a eso. La felicidad de la princesa se contrapone con un estilo de vida impuesto por sus progenitores, que piensan que es lo mejor para ella.

Una historia sencilla, llena de simbolismo y metáforas, que también abarca momentos cómicos hasta algunos muy dramáticos, muy del estilo de Takahata. Sin embargo ese estilo donde se ve perfectamente reflejado es en la imagen: un dibujo único dominado por el uso de acuarelas, de paisajes inacabados, de personajes imperfectos, pero a la vez de una belleza y un impacto visual únicos. La relativa sencillez de la historia se ve incrementada por el trazo del pincel, que no busca imágenes realistas, recargadas y con grandes alardes de color, sino que muestra toda su grandeza en la economía de trazas y la reducción de la gama cromática.


Es una película que atrapa desde el primer momento por su imagen, pero que después esconde mucho material que contar y un gran juego emocional con sus personajes. Takahata pone el dibujo al servicio de los sentimientos, alternando escenas donde las líneas son más puras, mucho más definidas, con otras escenas más dramáticas de trazos rápidos. Esta expresividad del dibujo alimenta continuamente la historia, y nos permite descatar las escenas que realmente importan entre otras que sirven de conexión entre ellas.

El cuento de la Princesa Kaguya es un claro ejemplo de cómo se debe realizar una película de animación, de cómo el dibujo, y la libertad que permite al autor, puede utilizarse para conseguir mayor expresividad y transmitir más emociones al espectador. No es sólo una herramienta a través de la cual contar una historia, como si se tratara de imágenes reales rodadas, sino que puede ser un elemento más en la estrategia emocional del director. Takahata es un gran conocedor de ello y nos ha dejado aquí una de las mejores películas de su filmografía, sino la mejor (al menos de momento).

Carlos Sanz

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