Moonlight

CALIFICACIÓN: ****½


FICHA TÉCNICA:
Director: Barry Jenkins. Intérpretes: Trevante Rhodes, Naomie Harris, Mahershala Ali, Ashton Sanders, André Holland, Alex R. Hibbert, Janelle Monáe, Jharrel Jerome, Shariff Earp, Duan Sanderson, Edson Jean. Guión: Barry Jenkins & Tarell Alvin McCraney. Fotografía: James Laxton. Nacionalidad: Estados Unidos. Duración: 111 min. Género: Drama.

En You Only Live Once (1937), el gran Fritz Lang nos cuenta la historia de un ex-convicto interpretado por Henry Fonda que es acusado de un asesinato que no ha cometido. Por mucho que intente enderezar su rumbo y seguir el camino correcto, sus acciones previas le han estigmatizado y parece imposible que se deshaga de esa imagen. Sin embargo lo que pretende Lang con su película es que nos cuestionemos sobre la influencia que tiene la sociedad sobre el individuo, sobre lo frustrante que puede resultar para una persona alejarse de lo que cree su destino.

Esta idea del objetivo prefijado, del personaje que lucha contra lo que se espera de él (el camino fácil) por contra de lo que conlleva más trabajo pero resulta más satisfactorio, es algo que trata Fritz Lang en su película y que también podemos encontrar, entre otras muchas cosas, en el segundo largometraje de Barry Jenkins. Porque su última obra trata sobre un único protagonista como eje dramático más importante, y se desarrolla en tres momentos puntuales de su vida: su infancia, su adolescencia y su juventud.


En estos tres momentos capitales para el desarrollo de cualquier ser humano, el protagonista, perfectamente encarnado por cada uno de los tres actores que le dan vida, con mención especial a Trevante Rhodes, viven momentos puntuales que marcan su forma de actuar y su evolución como ser humano durante los años. En este sentido podría asemejarse al experimento que realizó Richard Linklater con Boyhood (2014) pero de una manera mucho más concreta y específica.

Moonlight no pretende ser una disertación sobre lo que significa ser humano a lo largo de nuestros primeros 20 años y cómo nos relacionamos con nuestros semejantes, sino que se centra en lo importante, en los momentos que pueden cambiar la vida de una persona y en cómo esa persona debe decidir qué hacer con esas elecciones. Porque lo que está claro es que la película se centra exclusivamente en el personaje protagonista, que acapara todos los momentos dramáticos y condiciona el desarrollo de la trama, siempre ayudado por el resto de secundarios.

A este respecto, también hay que destacar el gran trabajo de guión con el que cuenta la película. Siempre he estado a favor de que el director de una película también sea el firmante del guión, o que haya trabajado en la historia desde sus fases más tempranas. Esto conlleva que lo que muestra en pantalla sea lo más esencial del argumento, de las emociones que quiere expresar, y que la idea inicial sobre la que se gesta el texto también se pueda apreciar en las imágenes.




Gracias a esto se puede comprobar cómo la historia está condensada al máximo, con escenas muy concretas y diálogos muy eficaces. 111 minutos podría ser una duración relativamente corta para contar una historia de tantos años, o demasiado largos si se hiciera de forma incorrecta. Sin embargo aquí Barry Jenkins demuestra que puede ser la medida perfecta siempre y cuando seas conciente del material con el que estás trabajando y qué es lo que quieres contar en él

Sin embargo si algo hay que destacar de la película es su grupo de intérpretes. Es remarcable que no haya ninguno que lastre el conjunto en este aspecto. Los tres actores que encarnan al protagonista en sus tres edades demuestran una gran compenetración entre ellos para que el discurso no desentone, para que el salto temporal entre escenas no sea tan acusado y se pierda esa conexión emocional con ellos. Además, el resto del secundarios como Mahershala Ali, Naomie Harris o Janelle Monáe también realizan un magnífico trabajo dando vida a unos personajes que por otra parte son tremendamente interesantes.

Podríamos decir que Moonlight es una película que ya hemos visto más veces, que quizá no destaque por su ambientación o su planteamiento inicial, pero que por otra parte es única. El estilo propio y la personalidad que transpira la convierten en una gran película. Es un claro ejemplo de cómo contar una historia compleja, sobre los sentimientos más profundos del ser humano, con un gran número de lecturas y momentos remarcables, pero realizada con una sutileza y elegancia dignas de mención.

Carlos Sanz

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