The Trial of the Chicago 7

CALIFICACIÓN: **** 



FICHA TÉCNICA: 
Director: Aaron Sorkin. Intérpretes: Eddie Redmayne, Sacha Baron Cohen, Mark Rylance, Frank Langella, Joseph Gordon-Levitt, Jeremy Strong, John Carroll Lynch, Alex Sharp, Yahya Abdul-Mateen II, Michael Keaton. Guión: Aaron Sorkin. Fotografía: Phedon Papamichael. Nacionalidad: Estados Unidos. Duración: 129 min. Género: Drama.

Decir que Akira Kurosawa es uno de los grandes directores de la historia del cine es algo que está más que asentado y es más que evidente. Su puesta en escena es una de las mejores que podemos ver en la gran pantalla, incluso a día de hoy, junto con su ritmo y lo bien que utiliza los elementos que aparecen en cada uno de sus planos.

Sin embargo hay algo que ha influido mucho en posteriores cineastas, la mayoría de las veces de manera inconsciente, es el llamado "efecto Rashomon". La galardonada cinta que realizó en 1950 nos cuenta una misma historia desde cuatro puntos de vista diferentes, jugando con la subjetividad y sobre todo con cómo el espectador conoce detalles de la historia sin saber cuáles son reales y cuáles no.


Esta técnica se implementa muy bien en el segundo largometraje como director de Aaron Sorkin tras la interesantísima Molly's Game (2017). Porque la película nos narra los altercados que tuvieron lugar en Chicago en 1969 durante las manifestaciones contra la Guerra de Vietnam. O más bien lo que nos narran es todo lo que ocurrió después, centrándose en el juicio de siete de los principales instigadores de dichas manifestaciones. 

Aunque esos altercados sirven como detonante de todo lo que sucede durante la película y es el motivo principal por el que se juzgan a los protagonistas, sólo conocemos lo que ocurrió a través de diferentes declaraciones y testimonios de los implicados, cada uno dando su propio punto de vista y desvelando nuevos datos conforme se descubren nuevos personajes.

La narración nos mantiene continuamente a la deriva sobre los hechos reales y los que no, con información que se revela a cuentagotas, pero sin que el ritmo se resienta. El magnífico guión de Sorkin (de nuevo) consigue una gran estructura narrativa sobre la que asienta la historia y el desarrollo de personajes pero a su vez su capa superficial se nutra de diálogos punzantes y conversaciones frenéticas. 


Todo ello quedaría en nada si no hubiera un reparto que consiguiera que esos personajes tan bien trabajados no fuesen creíbles, y afortunadamente Sorkin también se rodea de un gran grupo de intérpretes que consiguen que nos sumerjamos en la trama desde el primer momento. 

Aunque de momento sólo cuente con dos largometrajes como director, Aaron Sorkin ha demostrado que su singular calidad como guionista también se puede expandir a otros trabajos cinematográficos. Mientras siga poniéndose a los mandos de proyectos desde su gestación en texto hasta su llegada a la gran pantalla, no le perderemos de vista.

Carlos Sanz

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